LEONOR ANA HERNÁNDEZ

Comencé mi actividad astronómica siendo muy niña, y ya en 1989 con 15 años de edad ingresé en la Agrupación Astronómica Complutense (Alcalá de Henares) de la que fui presidenta desde 1999 hasta 2006, año en que me trasladé de residencia. Actualmente mi vida astronómica se desarrolla principalmente en divulgación participando activamente con la Fundación astroHita y su Observatorio. 


La aventura de mis comienzos...

 

-"NACI CON EL GEN DE LOS AMANTES DE LAS ESTRELLAS, POR LAS NOCHES NO PUEDO REPRIMIR EL IMPULSO DE MIRARLAS CON EMOCIÓN"-

Mis comienzos se remontan muy muy atrás en el tiempo: conservo en la memoria la imagen de un libro de preescolar en el que aparecía una lunita creciente amarilla sobre un fondo azul… con ese dibujo nos enseñaban la sílaba LU… parece que fue ayer, sigue tan vivo en mi recuerdo...

Mi experiencia astronómica más antigua fue de pequeña cuando una noche de invierno desde la parcela que acababan de comprar mis padres junto a Pióz, un día mire al cielo… ¡qué de puntos brillantes! Esto no se ve desde Alcalá!! debía ser invierno porque allí estaba Orión, no sabia lo qué era, solo que eran estrellas y que me fascinaban. Dije, anda, ese grupo de estrellas parece que tienen la forma de una “mariposa” , al cabo de unas horas se había elevado y estaba vertical… y pensé ..¡anda! si ahora parece  la cafetera de mi madre, poco podía saber que lo que veía era Orión.

Mi padre me dijo que eso era una constelación.. se me quedo grabado a fuego en la memoria. Al poco tiempo descubrí que la enciclopedia de mis padres había muchas palabras relacionadas con el espacio y “me contaba cosas alucinantes” y ahí estaba: constelaciones, planeta, galaxia, estrella…!! Una mina de información para mi, así que comencé a hacerme a mano mi propio catálogo de constelaciones. Ponía en unas: “constelación de invierno que alcanza el meridiano a las 9 de la noche …” todo me sonaba a chino pero me alucinaba.

Copiaba los dibujos de las constelaciones en folios, con sus límites, ascensión recta, nombres … El cielo estaba lleno, y los libros  contaban muchas cosas desconocidas de ellas y lo mas alucinante era que sentí un gran deseo de saber. Ahí todo comenzó a ir sin frenos. Cada noticia de la tele era un acontecimiento: saltaba disparada y me tiraba al pié de la tele para no perder detalle, pidiendo a todos que se callaran para oír lo que decían. ¡Que de recuerdos!

 

Comencé a buscar como loca información del cielo en la enciclopedia y a copiármelo, no tenia dinero para fotocopias, pero quería hacerme mi libro de astronomía, constelaciones y planetas, descubrí que había demasiado para escribirlo todo, y decidí empezar a ahorrar para comprarme mi primera guía del cielo. Aún iba al colegio. Lo primero que tuve en mis manos fue un mini librito que me regaló mi hermana,  que me fascinó por la imagen tan maravillosa que tenía la portada y que no sabia ni como se llamaba: eran las Pléyades envueltas en una nube azulada, ponía debajo “Ekkrutz” o algo así  y  creía que ese era su nombre, muchos meses me preguntaba dónde estarían y si algún día podría verlas. Aún lo conservo con mucho cariño. Estábamos pasando el meridiano de los años 80, aún quedaban unos años  para saber lo que encontraría, rondaba el año 86. Mis recuerdos más misteriosos (de mi memoria infantil) una vez que supe que me fascinaba  la astronomía eran que ese año había  un eclipse de sol y un cometa, de éste no supe nada mas que lo que decían en la tele, no tenía ni idea de dónde ver, cómo y por supuesto no me dejaban rondar la calle por la noche porque era menor. Así que bajé de casa de mis abuelos para jugar, pero mi idea era buscar un trozo de cristal para “ahumarlo” porque me habían dicho que no se podía mirar al sol sin usarlo (no tenía acceso a un cristal de soldadura) y fijaos lo que son las cosas, en ese entonces te decían que se podía mirar ahumando un cristal y te lo creías. Así que en cuanto pillé uno me subí a casa de  mi abuela, encendí el fuego, lo quemé… y me preguntaba ¿y ahora qué hago con él? Lo que hace la ignorancia.    

 

Fueron unos años llenos de “descubrimientos”, y al poco de inaugurar el Planetario de Madrid me dijo una compañera de colegio que la habían llevado a verlo, casi me da un infarto y pedí con todas mis fuerzas que me llevaran por lo que mas quisieran. Y me llevaron: el programa era “De Madrid al Cielo”. Cómo describir lo que sentí cuando vi la bóveda celeste cuajada de estrellas moviéndose con una música fascinante de fondo que nunca había oido. Creí que me caía de la silla y me agarré a la butaca porque al girar el cielo pensaba que era yo la que se caía hacia la derecha.  Muchos años después ya en el instituto en una obra de teatro volví a escuchar esa melodía del Planetario y supe qué música era la que sonó aquella tarde: Hymno de Vangelis. Al salir de la sesión del planetario debía estar más emocionada que en toda mi vida y mi padre no lo pudo resistir y me compró dos póster de mapas del cielo de ambos hemisferios. Si pudiera “ver” aquella escena desde fuera… debía tener los ojos fuera de las órbitas. Lo primero que hice, lo recuerdo intensamente, fue salir por la noche a la terraza acristalada del piso donde vivía de pequeña, abrir los mapas y empapelar el suelo de la terraza. No sabía cómo “leerlos”, “interpretarlos”, solo veía muchas estrellas y (ahora me parto de risa cuando me acuerdo) pensaba que serían como los mapas de los tesoros de los barcos, así que fui a por la escuadra, el cartabón y la regla… tóma ya!  Si, reíros porque no es para menos jajajaja ¡qué recuerdo! no sabía qué hacer con ellos porque en ese entonces no tenía idea que eran “planisferios”. A todo esto yo seguía empeñada en hacerme mi cuaderno de constelaciones, y seguía copiando información en aquellos folios tan finos que casi eran transparentes.

 

La ilusión crecía y me iba a mas… me alucinaba hasta con las noticias astronómicas del telediario, y tenía a mi padre breado a preguntas,  el mono crecía y el hombre vio que lo mío iba en serio, me obsesionaba absorbiendo información de todos los libros que caían en mis manos (como otra guía del cielo que me emperré en que me compraran en el Pryca porque venían cosas que no tenía) decidió potenciar mi afición  regalándome de reyes un Tasco 114, era otoño del 89 y tenía 17 años. Este gesto es algo de lo que SIEMPRE le estaré agradecida, y no se imagina cuanto. El hombre no se pudo aguantar y me llevó con el a comprarlo en noviembre. Recuerdo llegar en coche a la Plaza de Cervantes y entrar en la tienda, vi la caja…  y casi me da un infarto…podría ver las maravillas del cielo!!!  Piezas, tubo, oculares, trípode… me sentí la chica más feliz del mundo. Lo montamos entre los dos siguiendo las instrucciones pero más adelante descubrí que no lo había hecho bien, y la montura estaba inclinada hacia el lado opuesto. Apuntar y conseguir mis primeras observaciones fueron una odisea, no enfocaba nada y pensaba que no funcionaría, pero poco a poco fui aprendiendo y lo primero que vi y que me marcó para siempre fue nuestra querida Luna. Desde entonces ha formado parte de mi como algo especial, disfrutaba poniéndolo en la terraza y llamando a mis padres para que vieran lo maravillosa que era la Luna. A veces me lo pedían ellos y esto me emocionaba. Después comencé con los planetas y el primero fue Júpiter, después Saturno, qué puedo deciros de estos recuerdos, comencé a plasmar todo aquello que veía en dibujos y anotaciones que aún conservo: Júpiter con sus bandas y satélites, Saturno, las conjunciones, también me aficioné al Sol realizando seguimientos de manchas, pero todo esto fue después que ocurriera algo que marcó el rumbo de mi vida.

 

Al poco de tener el telescopio mi padre me contó que en Alcalá había visto un cartel en un bar de la zona que decía que si te gustaba la astronomía te invitaban a compartir sus reuniones y tertulias los miércoles en ese local. Se quedó con ello durante mucho tiempo y un día se acordó y me lo contó.  Averiguó dónde estaban  y cuando me lo dijo no me lo podía creer “gente  que se reúne para hablar de astronomía” ¡en Alcalá!  Me prometió que un día me llevaría. Llegó entonces el gran momento, era un miércoles y hecha un manojo de nervios de la emoción, tímida y con mis pelos naranjas del veraneo llegué, acompañada de mi padre, a la Agrupación Astronómica Complutense. Era diciembre de 1989.

El ambiente era muy acogedor a pesar de la estrechura del local, fotos del cielo por las paredes, carteles de muestras antiguas a las que jamás había podido asistir por desconocerlo, piezas de una montura en construcción, y aquel mágico armario lleno de increíbles libros, mapas y fotos… y gente que le gustaba de verdad! Me sentí en el paraíso, y dije… este es mi sitio. Esto es lo que más me gusta, y  marcó mi vida ara siempre.

 

 

Comencé a descubrir un universo sin limites, amplié conocimientos, comencé a sacar libros, mi primeras lecturas fueron Cosmos de Sagan  (faltaría más) y la Guia del firmamento de Comellas. El primero me marcaría apara siempre y sintonicé con un estilo de astronomía pasional y lleno de emociones. Me dejaron una cinta de vídeo donde quede fascinada con la serie de Sagan, era el primer capítulo de la serie. La musica me llego muy adentro y desde entonces la “música cósmica” ha sido un pilar importante en la fascinación por las estrellas; música flotativa como dicen algunos, me hace descubrir sensaciones que solo pueden semejarse a salir al espacio, y que en alguna ocasión me ha hecho soñar con viajes alucinantes (paseo por los anillos de saturno, o asomarme por el balcón de mis padres a las 4 de la mañana y ver todo el cielo lleno de nebulosas como si estuviera dentro de M8, ardiendo el hidrógeno como auroras boreales). Desde entonces tengo una larga lista de músicos que me acompañan en mis aventuras astronómicas, y aquí fue donde descubrí quién era el autor de aquella música que oí en el planetario de Madrid (además de otros).

 

En la “agrupa” como siempre la hemos llamado mi vida comenzó su nuevo rumbo, y estaba decidida a seguir por ese camino por el que no me acompañaría nadie de las personas que hasta ese momento conocía en mi vida (que de por si ya me tachaban de rara) para compartirla  con un grupo de nuevos amigos con los que compartía algo más grande que una simple afición.

Los primeros miércoles me acompañaba mi padre pero después de ver el ambiente sano, y la gente que era dejó de venir porque sabía que me dejaba en buenas manos. Otro recuerdo alucinante era que cuando llegaba el miércoles estaba como una moto porque iba a la “reunión de la semana”. Pillaba el bus más contenta que unas castañuelas. Las reuniones eran a partir de las 20:30 pero mi emoción me hacía llegar ejem…un poco antes: llegaba alli sobre las 18:30. Me sentaba a leer y esperar al primero que llegara para estar desde el principio sin perderme nada. Siempre era Manuel Talero, gran entusiasta y buen amigo que desde el primer día se volcó en enseñarme y de quien aprendí el “estilo romántico” de la vieja escuela y a valorar las maravillas de lo que nos rodea con un sentimiento muy especial, hoy disfruto divulgando con mucha pasión, algo que aprendí de el. A medida que fui tomando confianza ya quedaba con Manolo para aprovechar cada momento de aprender de sus conocimientos mientras terminaba en su curro que estaba cerca de la tienda de mi madre.

Ahora pienso en todas las etapas que vinieron después: salidas a observar al cerro Tololo  (los Pinos) cuando aún se podía hacer un trabajo más o menos serio con poca contaminación lumínica, era principio de los 90 .

 

Muchas aventuras astronómicas he vivido, que me han marcado en mi adolescencia, y mi paso por el instituto, en mis ratos libres leía el Alma de la Noche por los pasillos, me escapaba a la sala de profesores para usar el ordenador porque me dejaron instalar el EZ Cosmos. Muchas actividades las hacía con mi padre como la observación de las Perséidas de la que conservo un trabajo en dibujo del que me siento orgullosa, otras las hacía yo sola como las observaciones solares de manchas desde las canchas de baloncesto, otras por la tarde de conjunciones planetarias. Con la agrupa eran incontables: excursiones al planetario, visitas al observatorio de Yebes, IRAM de Granada, quedadas para observar el Sol detrás de a casa de la juventud los sábados por la mañana, muestras al público de astronomía, sesiones divulgativas de diapositivas en la Casa Tapón, quedadas nocturnas para lechucear de todo, macroobservaciones de eclipses parciales y totales, observación de cometas como el Hyakutake y HaleBop, … infinitas experiencias que me fueron marcando y llenando, y de las que afortunadamente de muchas tengo recuerdo fotográfico. Recuerdo los primeros pinitos en fotografía cuando aún reinaban las películas de carrete. Los grupos de trabajo que antes había funcionaban a pleno rendimiento: grupo observación de Heliofísica (Tino), grupo de Planetaria (Norberto), Variables (Manolo) y mucho más; ¡qué etapa tan maravillosa!!! Nos envolvía un ambiente festivo y de risas constante, tanto que no nos limitábamos a los miércoles sino que quedábamos otros días para la astronomía y además para hacer fiestas de amigos ¡¡los famosos Equinoccios y solsticios!! Donde la fiesta estaba asegurada ya fuera en las Cuevas del Champiñón, en el puente Zulema, en el chalet de Luigi, en las parrillas de Chiloeches, hasta en el castillo de Jadraque y muchos sitios más.  Con qué intensidad se vivía todo. Cuando yo llegué había pasado una etapa intensa y fascinante (que me perdí) en la que pudieron ver el Halley desde Yebes y muchas cosas más, pocos quedamos de la siguiente maravillosa etapa que cariñosamente recordamos como la etapa de los gallegos que marcó mucho a la agrupa, muchos éramos aún estudiantes con tiempo para dedicar a las estrellas, y  algunos nos siguen por fortuna aún a través del correo; muchos otros compañeros  han pasado y se han ido y otros nuevos han llegado… y seguirán llegando.

 

Aquella fue una etapa observacional en la que muchos vivimos un cambio de telescopio (a mejor) y conocimos novedades como oculares de dos pulgadas y refractores “Pronto” que nos marcó de por vida (hay cosas que se graban a fuego). Aún me gusta recordarlo y charlo con Manolo sobre aquellos momentos.

 

¿Y los “Pescaitos”? cuando terminábamos las reuniones de la agrupa porque cerraban la casa de la juventud siempre continuábamos la reunión alargando la tertulia en la tasca a la que llamábamos “Los Pescaitos” por el pescadito frito que ponían. ¿Y el Caballo Salvaje??con música jazz de fondo donde pasamos muchas veladas y tertulias divertidas. Por no hablar de la etapa del Escudo ¡¡tremendas las aventuras y risas que nos hemos pasado allí!!! Muchas las recordamos como verdaderas historias de libro y han marcado la historia de la Agrupa y de Alcalá de Henares…. Hoy la tradición sigue pero en nuevos lugares: el Fogón de Amós.

 

 

A medida que ganaba experiencia observando fui comprobando que el Tasco se me quedaba corto, el buscador me frustraba y los oculares eran de muy antiguos, pero aún así , en lugar de perder  la afición y desilusionarme me dije: “necesito uno más grande” y comencé a ahorrar lo poco que podía para enfrascarme en la aventura de mi nuevo telescopio.

Fue un Meade8” y  me abrió las puertas del cielo, con un buen buscador y sin electrónica más que los motores en ambos ejes, comencé a buscar las maravillas del cielo al estilo que había aprendido con el tío Lolo: a salto de estrella y mapa. Desde entonces disfruto como una enana con esa técnica.

 

Me burbujean cantidad de recuerdos que no he querido añadir porque se me hacía demasiado largo el relato, pero quien sabe si más adelante…

 

 

He formado parte de la Agrupación desde el año 1989 hasta 2007 que me trasladé a Madrid, 18 años de mi vida. En la Agrupación aprendí mucho; la experiencia me permitió divulgar mis conocimientos y con los años empecé a dar cursos para iniciar a los más nuevos. Fui presidenta de la Agrupación durante muchos años y me sentí muy feliz practicando lo que más me gusta: la Astronomía.

Hoy me siento un espíritu libre, sigo divulgando astronomía en diferentes lugares: en el Observatorio de La Hita, en diversos grupos, foros de internet, sigo organizando cursos y observaciones públicas… muchas de estas actividades con la Fundación AstroHita.

Y lo que SIEMPRE ha formado y formará parte de nosotros: las salidas al campo. Preparar una observación nocturna, organizar el equipo, los bocadillos y el termo, la ropa de abrigo… la lista de objetos para trabajar… y mucha, mucha paciencia. Porque hoy ya no es como hace 10 años que podías observar relativamente cerca de la ciudad, ahora tenemos que desplazarnos muchos kilómetros más lejos para tratar de huir de la contaminación lumínica. Por eso el nombre de esta web…”ASTRONÓMADAS”…

 

En estos últimos tres años he conocido a muchos nuevos compañeros de afición, he hecho muchos viajes, he vivido experiencias bajo las estrellas, disfrutamos de nuevo material, nuevas ilusiones… nunca me hubiera imaginado poder colaborar con observatorios astronómicos (in situ y de forma remota), dar conferencias de manera profesional, hacer shows de ciencia, cursos de formación a profesores de instituto, tener publicaciones en revistas especializadas e Internet… muchas, muchas cosas que cuando lo pienso hace que me de un vuelco al corazón… Si mis padres supieran lo que vendría el día que me regalaron aquel telescopio…

Esta es la vida que me llena, que me mantiene con ilusión, ilusión por seguir aprendiendo, por disfrutar de la Astronomía y la ciencia en todos los sentidos,  compartiendo con amigos, transmitiendo conocimientos y divulgando, practicando lo que más me gusta, poniéndome nuevas metas y trabajando para futuros proyectos.

La vida está llena de etapas, sacamos todo lo bueno de cada una, y lo aprendido lo entregamos a las nuevas generaciones. Aprender es solo la mitad… la otra mitad es Amar… ya lo decía Chet Raymo.  Seguimos adelante en esta aventura de descubrimientos y actividades, tratando de mejorar siempre, de aprender… conservamos todo lo bueno que nos da la vida y hacemos sitio para lo que está por venir.

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